27/01/2022 
Cafayate, Salta, Argentina.
A la mañana siguiente no necesite demasiado. Mi cuerpo solito sabía los pasos a seguir: ducha caliente, cremas por todos lados (la nueva de alcanfor en el pecho), desodorante, vestirse con cosas sueltas y largas, por último peinarme y ponerme mi pañuelo de seda y mis objetos mágicos al cuello. Directo a desayunar, sin emitir palabra. La energía en el salón seguía siendo un poco triste esa mañana aunque el efecto no hubiera pasado del todo. No es tanto por la edad de los visitantes de estos días sino por su normalidad. Con ver un matrimonio grande, de años, que ya se nota que están hartos de sí mismos, me alcanza para querer huir, como si estar cerca de ellos me contagiara de su resignación. Yo digo que no pienso resignarme nunca. 
Me muevo como una anguila silenciosa. Huyo del salón con mi individualidad intacta y me armo un espacio propio afuera, más cerca de las montañas. Igual debo volver por los víveres, junto coraje.
Lo primero que me sirvo es mi pequeño jugo natural de naranja y pomelo, los mezclo, no elijo. Lo siguiente, pero no menor en jerarquía es mi café. Me siento observada por el nuevo huésped que estudia las posibilidades de desayuno que se presentan en la mesa mientras hace un fondo blanco del jugo que se acaba de servir para llenar el vaso nuevamente, los humanos me resultan voraces y recuerdo con dolor haber sido voraz alguna vez. Me perdonaré algún día, mientras tanto agradezco a las drogas que me ayudan a mantener un nivel de paz mental constante al que quisiera llegar con meditaciones diarias. Es trampa, lo sé, pero el resultado es similar. Me prometo retomar meditación. Solo un pan con dulce de cayote será suficiente para mi hoy. Disciplina de monje tibetano. Casi un exceso se siente desayunar, pero como ya lo dije, mi cuerpo sabe lo que necesita. Solo intercambio un saludo con la pareja con hijos que me hace acordar a mi propia familia. Compruebo que si tengo voz. Vuelvo a apresurar mi salida cuando los que están tostando muchos panes comienzan a mostrar su dinámica passive-aggressive. 
Al fin sola, lo que dure lo disfrutaré. Y luego sin poder evitarlo volveré a estudiar las dinámicas sociales de los grupos humanos que me rodean. Tomo nota mental de que no hacer cuando me toque ser a mi parte del montón. 

Notas de lo que está bien o mal
Mal: hablarle constantemente a los niños diciéndoles qué hacer, cómo hacerlo y los peligros.
Bien: jugar con los niños, aprovechar cada oportunidad para enseñarles datos de la naturaleza y hablarles como pequeños adultos. 
Mal: estar todo el tiempo con el teléfono.
Bien: estar sin el teléfono en comunión con el silencio, la inmensidad y la quietud.

Una mujer se cansa de mirar su pantalla, la deja, le pregunta al marido que piensa. El responde que nada. Yo me río por dentro, aunque preferiría no ver todo esto. Ella insiste en el diálogo, decretó que es el momento de tomar decisiones sobre el día siguiente. Él, que no había terminado de mirar su teléfono, suspira y dice que tiene que ir al baño y se retira a sus aposentos. Se quieren. Me alegro por ellos, porque pueden pararse e irse. Pienso en la dependencia que me deprime. Las nubes acariciando las montañas me vuelven a alegrar, me encantan. Ayer fuimos nubes. Fuimos agua, viento y fuego también. Fuimos danza y existencia plena, lejana a todo lo que se siente como mediocridad. Es un tema de ego, quizas. 

Meta: trascender el sentimiento de superioridad a los 50. 

Tengo muchos planes para esa década.